El pasado sábado 5 de diciembre tuvo lugar el segundo conversatorio de camino al Sexto Congreso Latinoamericano y Caribeño de Comunicación (VI COMLAC), con el tema “Género y mujer: una conversación necesaria para la transformación social”.
Los expositores fueron la académica y periodista Pilar Escotorin (Chile-España); el teólogo Lucas Cerviño (Argentina) y la teóloga Consuelo Vélez (Colombia). La moderación, por su parte, corrió a cargo de Alejandro Caro Contreras (Chile), coordinador general del VI COMLAC.
La charla inició con Escotorin, quien enfatizó sobre la responsabilidad de las iglesias y espiritualidades, en general, de promover la igualdad entre hombres y mujeres, teniendo en cuenta “su misión de construcción de reciprocidad y fraternidad”.
A propósito, la académica presentó los principales resultados de un estudio, en el que 120 mujeres religiosas consagradas y ex consagradas opinaron sobre la situación de liderazgo de la mujer en la Iglesia Católica.
Escotorín explicó que seleccionó a esta entidad como objeto de estudio, al considerar que “ha heredado todos los valores del patriarcado”.
La investigación reveló que 41% de las entrevistadas consideran que la Iglesia Católica está poco preparada para dar paso a un mayor liderazgo femenino, debido a una cultura organizacional y jerarquía atravesadas por el machismo, la falta de espacios de fraternidad real y el temor a compartir el poder.
Además, también, a la falta de espacios formativos adecuados que promuevan la asimilación de una cultura más igualitaria.
“La pregunta es entonces si la Iglesia Católica quiere ser parte del problema o parte de la solución. No se trata sólo de poner más mujeres en espacios de liderazgo. Es cierto que tiene que haber representatividad, pero también necesitamos mujeres y hombres con pensamientos femeninos dentro de ella. Y para eso tenemos que formarnos y entrenarnos”, concluyó la también psicóloga.
Luego fue el turno de Cerviño, quien aportó una primera visión desde la teología. El también docente explicó que el clericalismo, al otorgar un fundamento religioso al patriarcalismo, refuerza la desigualdad de género, dificultando el cambio y la transformación social. “No por nada, América Latina, el continente con mayor presencia de católicos y de cristianos, es en donde se da mayor violencia de género”, aseguró.
Para Cerviño, la integración de las diferencias y los excluidos que pregona el cristianismo se ha ido perdiendo, por su adhesión al status quo y retroalimentación del patriarcalismo.
Así, recalcó la importancia de que este incorpore más elementos, según él, característicos de la espiritualidad femenina, entre los que están “una mayor experimentación de la presencia de lo sagrado con los sentidos desde la integralidad, y no tanto desde la centralidad” y una mayor presencia de las relaciones interpersonales.
“La transmisión de dogmas, de conceptos e ideas han sido la principal tónica del cristianismo patriarcal. En la medida en que no se salga de eso, no se va a renovar ni a conectar con una nueva sensibilidad. Claramente, hay una búsqueda, aunque todavía está en germinación. Al parecer, no están dadas las condiciones para este cambio”, explicó.
Según el también doctor en misionología, la “revolución social” que lideró Jesús -caracterizada por promover un cambio en las lógicas de las relaciones a través de la integración de los excluidos y marginados -evidencia que hay posibilidades de que el cristianismo recupere su esencia. “A lo mejor eso se puede ir trabajando más desde las comunidades de base y no esperar grandes cambios desde las autoridades”, consideró.
“En las primeras comunidades cristianas, la misión era acoger al otro, en el mercado, en la plaza, algo sumamente vinculado a la revolución que generó Jesús y sumamente femenino, en ese sentido. Hoy la Iglesia debe recuperarlo”, concluyó.
En tercer lugar, intervino la teóloga colombiana Consuelo Vélez, quien hizo un repaso de los distintos aportes de las teologías de la femineidad, comenzando por la surgida de la teología de la liberación en los años setenta, que, además de reflexionar sobre la opresión de la mujer -a veces doble o triple, por su condición socioeconómica y/o su etnia- también se preocupó por visibilizar el rol que cumplieron varias de las mujeres representadas en las sagradas escrituras.
Vélez explicó, que, posteriormente, en los ochenta, se promovió una mayor valoración de las características tradicionalmente asociadas a la mujer, y de su traslación de lo privado a lo público, mientras que, en los noventa, la discusión se centró más en el tema de género, concretamente, mediante el cuestionamiento de los roles que se otorgan a mujeres y hombres.
“La pregunta que lanza la teología feminista que asume la categoría de género es que lo esencial cada vez es menos, y lo cultural, más. En otras palabras, intenta trabajar por una teología que mide a las mujeres y a los varones como personas integrales, capaces de desarrollar todas las potencialidades y de construir sociedades más incluyentes, más equitativas y más igualitarias”, continuó.
“Liberémonos un poquito de que las mujeres somos de tal manera y los hombres de tal otra. Asumamos que las personas humanas somos muy diferentes y que cada una tiene algo que aportar, y que siempre tenemos que vivir en reciprocidad”, instó.
Vélez se refirió a que uno de los aspectos que esta teología feminista de género analiza es los niveles de inclusión en el lenguaje. Al respecto, sostiene que “si varón y mujer somos imagen de Dios, nos podríamos dirigir a Él en masculino o en femenino, sin ningún problema. Sin embargo, eso todavía nos cuesta, o es difícil que la gente no se escandalice”, aseguró.
Por otro lado, la investigadora colombiana también coincidió en que la formación es esencial, para poner fin a las visiones que normalizan la desigualdad, y que están instaladas tanto en hombres, como en mujeres.
Para esto, reiteró que es necesario que el cristianismo dialogue más con distintas visiones teológicas, de tal modo que pueda incorporarlas.
“Al seguir solo esta teología patriarcal, solo animada por la Filosofía, se pierde la riqueza de una teología que se articula con la realidad”, insistió.
“Que todos seamos realmente iguales en dignidad y en participación a todos los niveles. Eso es atreverse a soñar con una Iglesia en donde varones y mujeres participen mucho más plenamente en condiciones de igualdad, para que la mujer deje ese lugar subordinado secundario y, sobre todo, víctima de tanta violencia sexual, psicológica, física, cultural y religiosa, y pueda vivir la plenitud a la que fue llamada desde su creación: varón y mujer los creó a imagen y semejanza de Dios”, concluyó.
Mire aquí el conversatorio completo: