En un anticipo de las reflexiones que se compartirán en el 6° Congreso Latinoamericano y Caribeño de Comunicación, Daysi Velásquez (Colombia), Santiago Tejedor (España) y Adalid Contreras (Bolivia) dialogaron sobre “El Buen Vivir y su aporte en América Latina al cuidado de la Casa Común”. El conversatorio se llevó a cabo el 30 de junio, como parte del proceso de preparación del COMLAC 2022, que se desarrollará en la ciudad de Panamá, el 13 y 14 de julio.
La investigadora y comunicadora colombiana Daysi Velásquez compartió su reflexión sobre el tema a partir de la propuesta del vivir sabroso que fue planteada por la lideresa y vicepresidenta electa de Colombia, Francia Márquez, cuya concepción permite pensar que el “país bonito” se puede extender a todos los países de Latinoamérica y del mundo.
Según explicó, el vivir sabroso y el país bonito implica reconocer la humanidad en toda su extensión y en unidad, por ello se habla de “un país en el que todos cabemos, en el que hay posibilidades para todos, en donde podemos ser cada vez más cercanos”.
Destacó que para avanzar a ese anhelo de vivir sabroso es preciso superar la realidad de violencia y de muerte que ha sido revelada por la Comisión de la Verdad, que da cuenta de “cifras preocupantes de violencia y crímenes contra líderes y lideresas sociales y de defensores y defensoras de Derechos humanos, con 930 asesinatos, entre 2018 y 2022, así como el avance de los procesos de deforestación en la amazonía, asociada a la ganadería extensiva, cultivos ilícitos y minería legal e ilegal”.
Según dice, el “País bonito y el vivir sabroso” es un detonante de esperanza y de paz que busca “recuperar la cultura del encuentro”.
Para Daysi Velásquez, el “camino de la sinodalidad y de la escucha que el papa Francisco propone se advierte como la base de una buena comunicación. Es difícil pensar en el buen vivir, en una buena comunicación, si no se habla desde estas apuestas sinodales.
Considera que la “otra arista importante es configurar, sustentar la cultura del diálogo para la transformación social, hacia la resolución pacífica de nuestros conflictos, hacia la transformación de cómo nos comprendemos como hermanos”.
“Hoy, nuestras realidades nos invitan a esta propuesta de resolución pacífica, al movimiento inmenso de la no violencia como una alternativa para lograr vivir, vivir sabroso”, dice.
Destaca también que entre los “signos de esperanza para el buen vivir hay un ejercicio de trabajo en red que se cifra en el trabajo en minga, que es un modo de producción económica, que está muy afiliada a la comunicación cristiana de bienes. Se puede hablar de la comunicación que no está solo cifrada en el diálogo, sino que se configura con otras formas de relacionarnos, como esos otros modos de producción económica”.
Para la investigadora colombiana, el paradigma que inspira el documento Laudato Si debe ser como una carta de navegación para una comunicación que promueva una economía menos agresiva, una distribución más equitativa y un consumo más responsable.
Según dice, otro texto de referencia es la encíclica Fratelli Tutti, “que es el llamado a ser uno, a que nadie quede por fuera, que tengamos un respeto profundo por la vida, por la dignidad humana y que aprendamos en Latinoamérica y en el mundo entero de las luchas, las heridas, y también de los logros, de la reivindicación de nuestros derechos”.
A decir de Velásquez, el vivir sabroso se puede comprender “como una comunicación que garantice la vida digna, plena y abundante, que consolide una verdadera apuesta por la libertad, que tenga como su mayor indicador el modo como nos relacionamos y resolvemos nuestros asuntos”.
El “vivir sabroso es estar abiertos al diálogo y a la participación a través de una comunicación transparente y constructiva, en vínculo estrecho con los territorios, para reconocer necesidades y proponer alternativas colectivas, con la paz y la reconciliación como bandera por la vida en todas sus expresiones y la dignidad humana”, añade.
Concluye que el “Vivir sabroso es cuidar de la mejor manera la casa común, rica y biodiversa, en todos los territorios, con la suficiente determinación como expresión del cuidado debido a toda fuente de vida”.
Recuperar lo humano
Por su lado, el académico español Santiago Tejedor destacó que la “tecnología es un complemento que nos ha enriquecido, pero también nos ha alienado. La hemos convertido casi en objeto de una relevancia excesiva, que nos está separando de la esencia de lo que somos y de lo que deberíamos ser, en el futuro, pero sobre todo en el presente”.
Según dijo, es necesario “recuperar la acción de preguntar y preguntarse, hoy en desuso” y cuestionar al sistema educativo, porque es preciso “reinventar el verbo educar” para que nos permita “un aterrizaje con la esencia y esos valores fundacionales que son muy importantes”.
“La experiencia de estar en contacto con formas de vida de pueblos ancestrales permite descubrir la paradoja de cuán equivocados estamos y de cómo, en estas sociedades en donde supuestamente preside el progreso, tenemos problemas derivados de la abundancia, enfermedades derivadas de la abundancia. Se nos ha olvidado que en ese viaje al principio se pueden encontrar muchas soluciones y muchas propuestas de gran valor”, destaca.
Claves para volver a empezar
Tejedor cree que la sociedad actual está condicionada y que “se nos prohíbe disfrutar, se nos prohíbe ser felices. Se nos ha establecido más barreras que puentes para impedir que nos realicemos como personas”.
Según dice “la tecnología ha tenido mucho que ver, que se nos ha olvidado practicar algunas de las actividades decisivas en la conformación de nuestra personalidad y en la forma de entender nuestro entorno. Una de ella es la soledad”, pues se nos ha olvidado “que es un elemento importante en el ser humano. Y hoy en día parece que el quedarse solo es una gran maldición. Nadie nos ha enseñado a estar solos”.
Agrega que los aparatos tecnológicos están diseñados para captar nuestra atención. “El contenido nos distrae, nos abruma con información, datos, imágenes. Eso tiene dos consecuencias. Por un lado, perdemos la capacidad de estar solos, cómodos con nuestra soledad. La segunda consecuencia es más sutil: debido al volumen, la información cada vez significa menos, deja de tener impacto emocional”.
Hace dos años, que empezaba la pandemia, la OMS colocó de inmediato el fenómeno de la infoxicación, la infodemia, caracterizada por un auténtico tsunami de ruido digital que viene con tanto mensaje superfluo y la incapacidad de discernir entre la información de calidad y la que no es de calidad.
De ahí la importancia de aprender a estar solos, algo que las sociedades ancestrales siguen cultivando como un elemento positivo.
Insiste en la necesidad de recuperar el diálogo, de la conversación, de la escucha. Comenta la experiencia de un café en Barcelona que tiene un letrero que dice que no hay wifi y que mejor conversen.
Hábitos que deben provocarnos una reflexión y autocrítica: Hoy día la mayoría de usuarios de internet retuitea sin leer, comenta sin leer o, en el mejor de los casos, lee únicamente los titulares.
Vivimos en una sociedad de la prisa, de la celeridad, en una sociedad de la competitividad insana, lo que está contaminando muchos de los escenarios en la formación y conformación de los ciudadanos de nuestro planeta.
Destaca que “tenemos que recuperar lo humano. Algo tenemos que hacer para repensar y reflexionar sobre el rol protagónico que la tecnología está ocupando en nuestras vidas y cómo esto nos está alejando de elementos decisivos”.
La comunicación y el vivir bien
Entretanto, el comunicólogo boliviano Adalid Contreras apuntó que la comunicación y el buen vivir parte de saber entenderse, como se entiende en los pueblos originarios de nuestro continente.
“Comunicarnos no es intercambiar mensajes, peor aún difundir mensajes. Comunicarnos es dialogar, es comunicarse, poner en común cosas para entendernos. Ese es el desafío, sino la comunicación no tiene sentido”, dice.
Según apunta, el aporte del buen vivir es sumamente importante, pues “se está desenvolviendo en dos campos políticos: el campo político ciudadano, de dónde viene, y el campo político estatal, en dónde sabe penetrar”.
El buen vivir es una presencia ciudadana que tiene la capacidad de hacer presencia en políticas estatales, en Bolivia con el Suma Qamaña, vivir bien; en Ecuador con el Sumak Kawsay, Buen vivir. En chile se está también incorporando en la constitución el Kume Mongen, Buen vivir; en Colombia el vivir sabroso, a más de aportes de los movimientos de DDHH y la naturaleza y de la teología. El vivir bien tiene distintas fuentes, y tiene una llegada en las propias sociedades y en los estados”.
Para Adalid Contreras, la práctica comunitaria del vivir bien se caracteriza por la convivencia comunitaria, la interculturalidad, la idea de la vida buena en plenitud, la armonía, que en nuestros pueblos se busca “con uno mismo, nuestra espiritualidad, la armonía con los otros, la armonía en sociedad, la armonía con la naturaleza, con la Madre Tierra, con la Pacha Mama; y la armonía con el cosmos, de manera más amplia, los dioses, nuestras creencias”.
Explica que “nuestros pueblos cuando piensan, cuando razonan, en realidad sentipiensan, no razonan como los robots, como las grandes tecnologías, solamente con la técnica; razonamos con el corazón, con sentipensamientos, y este es otro elemento fundamental a tener en cuenta como los paradigmas que se están nutriendo acá en el sur”.
Así también, señala que el elemento de reconstitución es vital en la construcción del vivir bien en nuestros pueblos, así como la “construcción antisistémica”.
“Mientras el mundo esté dividido entre ricos y pobres, mientras el mundo no sea igual para todos, la construcción contra el sistema es siempre un desafío, y el buen vivir está alineado en esas luchas”, dice.
Agrega que en el campo estatal, la presencia del vivir tiene impactos importantes, implica siempre un cambio de ciclo político, un quiebre de ciclo político. La constitucionalidad del vivir bien es importante, Bolivia, Ecuador, El Salvador lo han hecho. No es perfecto, pero la exigibilidad de nuestros movimientos tenga un aparataje constitucional legislativo del cual apoyarse y del cual exigir también elementos de justicia. Es decir, con todos sus defectos, la presencia del vivir bien en el campo estatal es una ganancia”.
Según reconoce, en esta propuesta del buen vivir se reconocen “luces y sombras” y que “no todo está bien”.
“Entre las luces, tenemos leyes, hay causas planteadas, puestas en escena, la consecuencia en la lucha de las mujeres, la dignidad de los pueblos indígenas, la emergencia de los “nadies”. Estos basamentos son luces, son guías, son caminos que permiten seguir pensando en que el vivir bien es una alternativa en nuestras sociedades.
Pero hay grandes sombras. Promesas incumplidas por muchos de los gobiernos, con consecuencias muy fuertes que generan decepciones tan grandes como la corrupción. Hay intolerancia, hay racismo, xenofobia, violencia, pérdida de valores, extractivismo”, apunta.
¿Qué debemos hacer?
Contreras destaca que se debe recuperar el “ajayu”, que “en aymara es el alma, recuperar el espíritu, recuperar la idea del equilibrio, de la armonía, como una necesidad para la constitución de nuestras sociedades. Qué cosas debemos poner en equilibrio? Entre otras cosas: el yo y el nosotros, no es uno y otro, son ambos; varón, mujer, no es uno más que otro; el hombre y la naturaleza, la paz y la justicia.
No podemos renunciar a la utopía. Estamos viviendo tiempos muy difíciles, pero uno de los caminos para salir es el vivir bien, el buen vivir.
Desde la perspectiva de la comunicación el vivir bien es escuchar para hablar, saber de lo que se habla, refrendar las palabras con los actos, recuperar las banderas de la ética, saber esperanzar, mensajeros de la paz y del amor. Eso es comunicación para el vivir bien, para el buen vivir.
Para escuchar el conversatorio se puede acceder aquí